El pauperismo reflejado en este lienzo de
Murillo, Santo Tomás de Villanueva repartiendo sus ropas a los pobres, fue uno
de los problemas más graves que tuvo que afrontar la España del siglo XVII,
alcanzando el número de pobres frecuentemente un 20 un 30 e incluso un 40 por
ciento de la población de las villas y ciudades.
El capítulo de pobres era muy heterogéneo,
en el figuraban tanto sirvientes, pícaros, vagabundos, pobres de solemnidad o
personas con oficio, pero al no poder atender sus necesidades más perentorias
vivían en la pobreza.
Santo Tomás aparece en un interior
arquitectónico, creando Murillo una espectacular sensación de profundidad al
alternar planos de luz y sombra.
El santo preside la escena, abandonando sus
estudios teológicos -los libros que aparecen sobre la mesa de la izquierda-
para dedicarse a la caridad, dando limosna a varios mendigos.
A
sus pies se arrodilla un tullido que alarga la mano para recibir las monedas,
creando un sensacional escorzo. En la derecha observamos varios mendigos más:
un niño que dirige su agradecida mirada al santo, un anciano que mira a su mano
para asegurarse de que tiene la moneda y la anciana con gesto de ansiedad.
En primer plano y en la zona izquierda de
la composición encontramos uno de los grupos más atractivos de la pintura de
Murillo; se trata de una mujer junto a su hijo. La madre muestra los senos
desnudos y recibe con cariño al pequeño que lleva en sus manos las monedas
entregadas por el santo.
Su cercanía respecto al espectador permite
integrarse en el momento del reparto a quien contempla la escena
En esta imagen Murillo recurre al
naturalismo que caracteriza buena parte de sus obras, dotando la escena de
cierto aire a través de la atmósfera que consigue gracias a la luz y el color,
siguiendo a la escuela veneciana. La
pincelada es rápida, obteniendo uno de sus mejores trabajos.
Santo Tomás repartiendo limosna Museo de la Bellas Artes Sevilla |