El
pintor E. Manet (1832-1883) afirmó que esta obra era “quizá el trozo de pintura
más asombroso que se haya pintado jamás”, lo que nos da una idea de la
capacidad innovadora de Velázquez, que aquí crea un espacio sin ninguna
referencia geométrica que delimite ni el suelo ni las paredes. La figura de
Pablo de Valladolid, que trabajó en la corte desde 1632 hasta su muerte se
integra con toda verosimilitud en un espacio sugerido sólo por su sombra y la
degradación de la luz.
El
personaje se muestra en una actitud declamatoria, como un actor en un escenario
imaginario, y es muy posible que su presencia en la corte se debiera a sus
dotes cómicas o interpretativas. Toda la obra esta realizada con gran economía
de medios, pero también con toda la seguridad que caracteriza la madurez del
autor.
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