De este famoso cuadro de Tiziano se conservan
tres versiones: la primera, pintada
hacia 1545, la podemos admirar en el Museo Nazionale de Capodimonte (Nápoles);
la segunda fechada en 1553,; en el Museo del Hermitage en (San Petersburgo);, y casi al mismo tiempo,
entre 1553-54, pinta la que se encuentra actualmente en el Museo del Prado
(Madrid).
Para su iconografía insiste en una serie de
recursos que repite en las tres versiones: composición en horizontal
(repitiendo idéntica postura en los tres casos), voluptuosidad del color,
contrastes de luz, oposición cromática y el desnudo sensual y aterciopelado de
Dánae, que en los tres casos exalta su belleza, para entender mejor así la
debilidad de Zeus.
La leyenda cuenta que el rey Acrisio decepcionado por carecer de
herederos varones, consultó con el oráculo para saber si esto podría cambiar.
El oráculo predijo que sería asesinado por su nieto, el hijo de su hija Dánae. Ante
esta noticia el rey decidió para que su hija no tuviera descendencia, encerrarla
en una torre de bronce. Por ello el dios Zeus para intentar seducirla se transforma
en lluvia dorada. De esta relación nace un niño llamado Perseo, y Acrisio para desembarazarse de ellos, los
encierra en un cofre y los arroja al mar.
Poseidón a petición de Zeus, calma el mar
y ambos logran sobrevivir. Alcanzaron la costa de la isla de Serifos, donde fueron acogidos
por Dictis, hermano del Polidectes, rey de la
isla, quien crio a Perseo como su propio
hijo.
Más tarde, después de que Perseo matase a la Medusa y rescatase a Andrómeda,
la profecía del oráculo se hizo realidad.
Perseo parte hacia Argos, conocedor de la
profecía, recala primero en Larisa donde se celebraban unos juegos atléticos y en
los que estaba Acrisio por casualidad. La profecía se cumple cuando Perseo
accidentalmente desvía un disco lanzado por Apolo o con su jabalina golpeándole
mortalmente.
La figura central está recostada sobre el lecho,
con las piernas ligeramente dobladas. En la parte derecha del lienzo y sentada
al borde de la cama hay una criada cuya espalda oscura contrasta con la
blancura de Dánae; del mismo modo, hay una oposición clara entre el rostro envejecido de la anciana y la juventud
de la princesa de Argos.
La sirvienta está recogiendo con un delantal
las pepitas de oro que caen en forma de lluvia dorada, desde las nubes
tormentosas que dominan el centro de la parte superior.
DÁNAE RECIBIENDO LA LLUVIA DORADA |