El 27, 28 y 29 de julio de 1830 se produjeron
levantamientos en París que, bajo la bandera republicana de los revolucionarios
liberales franceses, llevaron al derrocamiento de la monarquía borbónica en la
figura del monarca Carlos X y a la coronación de Luis Felipe de Orleans.
La mujer que representa a la Libertad aparece con
el torso desnudo, portando en su mano derecha la bandera tricolor y en la
izquierda un fusil.
La pintura está cargada de elementos simbólicos: niños,
jóvenes y adultos; clase obrera, burgueses y soldados, todos defienden a la
Libertad que, en este caso se identifica también con Francia. El hombre con
sobrero de copa representando a la burguesía es un autorretrato del propio
Delacroix, mientras que a su lado, un joven vistiendo ropa andrajosa,
identifica a la clase obra. A la izquierda de la Libertad, un niño portando un
arma en cada mano, representa al futuro de la sociedad francesa.
Desde el punto de vista formal, la obra muestra ciertos
elementos que denotan la presencia de lo clásico, lo que remarca la formación
académica del artista. La composición presenta una notoria triangulación, con
una base estable formada por los muertos que se apilan en el suelo, y un
vértice marcado por la figura de la Libertad. La solidez de la estructura se
contrapone fuertemente con el clima de caos y destrucción que se está
representando. A su vez, la imagen de la Libertad recuerda en su forma a la
Venus de Milo, e incluso a la Victoria de Samotracia, la que presenta también
un marcado contraposto, aspectos que remarcan la influencia clásica en la obra.
La temática elegida por el artista es netamente
romántica. Los hechos históricos señalados presentaban características heroicas
y triunfalistas que dieron a Delacroix, elementos suficientes para crear una
escena cargada de teatralidad y de un fuerte dramatismo, donde el uso de
figuras en escorzo – la Libertad, el moribundo ubicado a sus pies, el obrero y
el niño son los ejemplos más significativos. La obra está realizada con una
paleta de colores vibrantes, entre los que se destacan notoriamente los que
representan al pabellón francés, portado por la Libertad: rojo, blanco y azul,
que agregan fuerza dramática a la escena, y se destacan entre una gama de
grises, ocres y marrones.
El juego de luces y sombras sabiamente
trabajadas, crean un entorno casi irreal, en el que la rápida pincelada de
Delacroix y la fuerza luminosa de los colores utilizados resaltan la vitalidad
de sus personajes y su entorno. Para aumentar la tensión y el movimiento,
agrega fuertes claroscuros de corte casi tenebrista, que recuerdan a la obra de
Caravaggio.
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