Según los evangelios apócrifos de la
Natividad, en Jerusalén vivía un hombre llamado Joaquín, que a pesar de ofrecer
generosos dones al Templo, se le reprochaba el no haber tenido aún
descendencia. Afligido, se retiro al desierto. Su mujer Ana, que no conocía su
huída, lamenta doblemente su “viudez y su esterilidad”, (Protoenvagelio de
Santiago. 2,1, s.II). Mientras se lamentaba se le apareció un ángel
anunciándole el advenimiento de una hija. “Vete a la puerta que llaman Dorada y
sal al encuentro de tu marido (que también había sido visitado por un ángel)
porque hoy mismo llegará. Ella se dio prisa y salió corriendo, acompañada de
sus doncellas, se encontraron en la Puerta Dorada, fundiéndose en un abrazo.
Este abrazo de Joaquín y Ana en la
Puerta Dorada es un tema frecuente e
importante en la iconografía mariana y sirvió junto al árbol de Jesé, para
expresar la concepción de María sin pecado original.
En las representaciones del nacimiento
de María, santa Ana está acostada y rodeada por una numerosa corte de
asistentes. Y pregunto a la comadrona: ¿Qué es lo que he dado a luz?, y la
comadrona respondió; una niña, entonces Ana exclamó, “Mi alma ha sido
enaltecida” y reclinó a la niña en la cuna. Habiendo transcurrido el tiempo
marcado por la ley, Ana se purificó, dio el pecho a la niña y le puso el nombre de Mariam.
(Pseudomateo 5,2).
ABRAZO EN LA PUERTA DORADA. GIOTTO |
NACIMIENTO DE LA VIRGEN, GHIRLANDAIO |
No hay comentarios:
Publicar un comentario