La joven aparece representada en un retrato de tres cuartos con el cuerpo
en diagonal y el rostro girado, no está posando sino que el genio renacentista
la habría captado en un movimiento espontáneo cuando la joven se giraba para
escuchar a alguien que quedó fuera del cuadro.
Aparece ataviada según la moda de la época con un vestido
en azul y granate de escote cuadrado y en el cuello un collar de cuentas con
doble vuelta. Su rostro aparece enmarcado por una especie de velo decorado por
una cinta.
Su rostro es representado con gran elegancia y finura y sus rasgos
delicados son captados con gran perfección por el pintor renacentista.
En los brazos sostiene un armiño blanco que ha tomado
diferentes significados simbólicos. El animal se ha relacionado con el emblema
de Ludovico Sforza un pequeño armiño, o con virtudes propias de la dama como el
equilibrio y la tranquilidad, su blancura también se identifica con la
pureza.
Una ligera sonrisa se sugiere en los labios de Cecilia Gallerani,
recurso también utilizado y mucho más conocido en la famosa Gioconda o Mona
Lisa de este artista.
La mano con la que la joven acaricia al animal es fruto
de un profundo estudio anatómico,
de hecho no podemos olvidar que Leonardo era asiduo a los estudios forenses y
compraba cadáveres para estudiar su anatomía plasmando después sus
conocimientos en sus cuadernos de dibujo.
El fondo, hoy totalmente oscuro y con una inscripción, en
origen tenía una ventana por donde penetraba la luz. Es esta misma luz lo que
hace que la joven aparezca iluminada fuertemente por la izquierda hacia donde
gira su rostro, y se vaya ensombreciendo paulatinamente ayudando a otorgar
profundidad a la composición.
LA DAMA DEL ARMIÑO |
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