sábado, 13 de abril de 2013

SANTA ISABEL CURANDO A UNA MUJER. F. Goya. 1798. Museo Lázaro Galdiano. Madrid.


De los tres cuadros que Goya pintó para el frontispicio de la iglesia de san Fernando, a las afueras de Zaragoza, y que deberían servir como retablo, tan sólo se conservan los bocetos , pues los cuadros desaparecieron durante el expolio, que tuvo lugar en la Guerra de la Independencia.
Este iba destinado al altar de la izquierda, al lado del Evangelio, y como los otros dos fue calificado por Jovellanos como “obra admirable…. por la fuerza del claroscuro, la belleza inimitable del colorido y una cierta magia de luces y tintas adonde parece que no puede llegar otro pincel”
Nos encontramos ante una obra donde el maestro vuelve a romper moldes de forma y fondo. La amplitud de la pincelada, el estudio cromático, a base de una gama de ocres que enriquece el ambiente, se ponen al servicio de un tema que, por momentos deja de ser religioso y se transforma en expresiva naturalidad de una escena seguramente no inusual en aquella época, la necesidad de que el desvalido sea atendido por el poderoso y el médico busque remedio al dolor.
En esta ocasión es Santa Isabel, reina de Portugal la que se acerca a la enferma solicita a ¿limpiar y vendar la herida del pie?, ¿vendar e inmovilizar el tobillo dislocado?, ¿reducir la fractura posible?. No se sabe a ciencia cierta, pero desde luego el acto médico, traumatológico, se está produciendo en una dolencia que por el gesto de la paciente no parece ser banal.
Santa Isabel curando a una mujer
 

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